Las emociones


Cuando el espíritu se ve perturbado por alguna emoción, nos aplicamos a mirarla directamente, a localizarla y descubrir su forma, talla, color... intentamos definirla. Se encuentra a nivel del cuerpo, de la palabra o de la mente? A fuerza de análisis y atención nos damos cuenta de que la emoción no puede ser definida. No hay nada tangible en ella, ni posee una existencia material. No es más que una impresión efímera que aparece en la mente. Ocurre como en un sueño. Mientras dormimos, nos vemos transportados hacia mundos diversos. Si el sueño es agradable, esos mundos son placenteros y experimentamos felicidad, y si es desagradable, nos asustamos y buscamos la huida: la mente que sueña se siente feliz o triste, según lo que manifieste. Al despertar nos damos cuenta del error: no era más que un sueño. No había razón para estar tristes ni sentirnos felices porque los eventos experimentados no estaban ocurriendo realmente. Lo mismo ocurre en el estado de vigilia. Los pensamientos y las sensaciones con las que nos identificamos no tienen mayor realidad que en el sueño. Cuando una emoción aparezca en la mente, mirémosla hasta percibir su ausencia de realidad, su esencia vacía. Esta no se percibe como “algo”, puesto que no hay nada, pero el hecho de que nada pueda verse constituye la visión, la percepción directa de la naturaleza de la emoción. La emoción se muestra entonces como una manifestación ilusoria de la mente, sin realidad propia. Más tarde, la creatividad que la caracteriza podrá ser reconocida como la expresión de la sabiduría fundamental de la mente despierta y practicando con constancia, los 5 venenos se convierten en las 5 sabidurías. Debemos adiestrarnos en este sentido.

Si conseguimos percibir la verdadera naturaleza de las emociones, nos veremos libres del sufrimiento que conllevan. No importa entonces que la mente se vea invadida por la fluctuación de unas emociones a las que no nos apegamos y que sabemos desprovistas de realidad; la actividad emocional se transformara en activida d de sabiduría. El sufrimiento proviene de la creencia en la realidad de lo que vivimos, pero si vemos que las emociones carecen de realidad, nos liberamos del sufrimiento porque nos liberamos de la identificación con la emoción que lo permite. Debemos adiestrarnos de este modo y si esto resulta demasiado difícil, reconozcamos que el sufrimiento es el resultado de un karma an terior. Aceptamos la situación como el resultado de la maduración natural de comportamientos anteriores. Vivamos la situación con plena lucidez, con la certeza de que el mejor medio para que cese es poniendo fin a su causa, que es la preocupación egoísta. Si logramos desprendernos de este apego, dejamos de crear karma y ya no debemos temer al sufrimiento. Mientras que si, preocupados, tratamos de protegernos no hacemos más que reforzarlo.

Lama Guendun Rimpoche.

Mahamudra. El gran sello o la vía del amor y la compasión.